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La Lima, Cortes, Honduras
Quiero embarcarme con mis letras y navegar descubriendo sonetos, acechando metáforas, cazando poesías que me impulsen hacia espacios de luz y conciencia narrativa

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EL PERDÓN (Cuento de aparecidos) 1ra. edición


El frío de la noche calaba hondo, hasta los latidos del corazón parecían congelarse y detenerse por instantes, aun así, Camilo desafío la temperatura; que bien podría estar en los 12 grados, para salir y sacudir de su cuerpo el encierro en que lo habían mantenido las autoridades durante doce años, condenado por el crimen de un pariente en un pleito de cantina disputándose un octavo de guaro  que un parroquiano había pagado para uno de ellos, el que fuera, el que llegara primero a la barra sucia y despintada por el roce continuo del trapo que el cantinero se empeñaba en pasar cada vez que servía una botella o un trago.

Se acomodó el cuello de la camisa sobre su garganta y aspiró profundamente, mala idea, sintió como el frió le quemaba las fosas nasales con la respiración tan profunda que realizó, se frotó las manos y se sentó en la banca de aquel parque solitario del pueblo en donde no conocía a nadie.

Durante su estancia en la prisión nadie le había visitado, sus familiares jamás le perdonaron tal abominación y junto a la condena de la ley, le condenaron al destierro emocional en sus corazones.

Ahora que se encontraba en libertad, experimentó en forma más marcada la soledad, al menos su compañero de celda le daba algo de compañía y entre los dos hacían más llevadero el encierro, pero ahora, echado a la calle sin un centavo en sus bolsas y con sus ropas viejas y remendadas la ansiedad y la angustia pensando en su futuro inmediato le asechaban terriblemente.

Lloró, pero la brisa gélida secó rápido las lágrimas en sus ojos, sin darle tiempo siquiera a lamer sus mejillas.

Se levantó para regresar a la fonda en donde se alojaba pero un bulto que apenas se divisaba entre la seria penumbra lo detuvo, su cuerpo se tensó pues se dirigía hacia el por el caminito de cemento bordeado por virginias y napoleones desde una esquina del parque hacia la otra.

Apenas si se mantenía en pie una, por la debilidad de sus piernas flacas debido a la mala alimentación de la prisión y la artritis que lo aquejaba, dos, el frió había congelado todas sus extremidades  y tres, el miedo lo embargaba entero, la prisión lo había convertido en un ser en completo estado de alerta para evitar ataque alguno por parte de los demás presos y cualquier crujido de las bartolinas lo despertaba y lo mantenía ansioso, temeroso, luego era difícil conciliar el sueño pues el fantasma de su pasado lo atormentaba y el alba lo sorprendía mirando por la ventana enrejada de su celda.

Cuando el visitante inesperado estuvo a pocos metros pudo distinguir algunas facciones de su rostro iluminado tenuemente por los faroles.
Su sorpresa fue mayúscula cuando vio a Doroteo su primo, hermano de aquel al que él había arrebatado la vida por un trago de Yuscarán.

No sabía si alegrarse o preocuparse, desconocía las intenciones de su primo. ¿Quería acaso vengarse? Se resignó y espero según él, el golpe mortal. Poco le importaba ya lo que sucediese…
Pero no hubo golpe alguno, Doroteo lo saludó con alegría y emoción dándole un fuerte abrazo.

¡Primo, primito Camilo! Como me alegra verte libre, pensé que no llegaría al pueblo antes de tu partida. -  Camilo se sintió profundamente conmovido y el calor que le brindó el abrazo de su primo descongeló un poco su corazón.

Sonrió alegre y devolvió el saludo:
Doroteo, como has alegrado mi noche, pensaba que nadie me esperaría y créeme a ti o a la tía Rosa eran las últimas personas que hubiese imaginado ver aquí.
Yo siempre quise venir a verte primo pero no me dejaban… - Entiendo – interrumpió Camilo.

Verte aquí, desafiando el frío me llena de alegría – hablando sobre ello, notó que Doroteo apenas tiritaba y su piel no estaba erizada pero luego recordó que su estado de salud no era nada agradable en comparación con su primo.
¿Has visto a mi mamá Doroteo? ¿Mi tía Rosa como esta? ¿Crees que si llego a la aldea puedan recibirme bien?

- Mi tía Pancha Camilo, se nos fue un mes después de tu condena, lo siento, nadie quiso avisarte pues todos querían evitar contacto alguno contigo – Camilo se dejó caer sobre la dura banca de concreto con un mundo de tristes emociones sobre sus escuálidos hombros y esta vez las lágrimas corrieron por sus mejillas sin impedimento alguno pues el dolor interno le quemaba y no había frío alguno que congelara sus emociones.

Doroteo dejó que se desahogara durante un rato para continuar diciendo:

- Mi mamá aun te guarda rencor, no creo sea buena idea que te dejes “caer” por la aldea, ya sabes que él era su hijo mayor y lo amaba da tal manera que juró no perdonarte nunca tal afrenta.

- Pero fue al calor de los tragos primo, yo quería a mi primo – repuso Camilo –

- Eso no lo entiende Camilo, ella solo sabe que le arrebataste algo muy valioso.
- ¿Y tú Doroteo, me perdonaste?
- Yo recién me enteré de la verdad Camilo

Los quejidos de los perros, asustados, cuando perciben algo en el aire que nosotros no podemos definir acompañaron las palabras de Doroteo, el aire ya gélido de por si por el frente frío, literalmente acuchillaba la piel por lo denso y pesado que se había puesto.

- Te traigo un mensaje de Marcial, primo.

Camilo, al escuchar el nombre del fallecido al que varias veces pensó percibir fuera de su celda, pegado en la pared de la casa frontal a la prisión fumándose un cigarro, sintió encogido el corazón.

El jamás se había perdonado también lo ocurrido y todas las noches le pedía perdón a la aparición en su ventana, su compañero de celda muchas veces se asomó entre los barrotes para descubrir con quien hablaba Camilo pero no veía a nadie, concluyó que su conciencia necesitaba descargar su culpa hablándole a la nada.

- ¿Cómo así Doroteo? ¿Cómo que un mensaje de Marcial?

- Te manda a decir que el comprende que fue un accidente, que tú te tropezaste empujándole por la espalda y que por su estado de embriaguez no pudo equilibrarse cayendo sobre la barra y rompiéndose la cabeza, que lamenta mucho que te hayan condenado y que te quiere como a un hermano.

Mientras Doroteo hablaba, su piel se fue tornando pálida y la vida de sus ojos se apagó volviéndose sombría y ya no parecía permanecer en pie, sino, como una aparición entre nuestro mundo y otro paralelo, Camilo se llenó de espanto y de tristeza.

- Doroteo tú también… también… - Si Camilo, hace unas horas en un accidente de tránsito, pero no quise irme sin confiarte lo que Marcial me dijo al venir a llevarme, aún tengo algo de aliento en el cuerpo y con él, quise venir a darte el recado de Marcial pues ya muerto es imposible volver del mas allá y charlar con los vivos pero se acerca el momento, ya me siento raro…

Su voz se apagó y desapareció, dejando a un Camilo aturdido, temeroso, inquieto. Vio hacia el final del parque, por donde comenzaba la calle principal, la que daba acceso al pueblo y miró a dos personas se despedían de él agitando sus manos pero no lograba definir bien sus rostros pero sabía quiénes eran. 

El también agitó su mano hacia esa dirección mientras lloraba desconsoladamente encaminándose hacia la fonda.
José Manuel Zapata
Enero 31, 2016


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