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La Lima, Cortes, Honduras
Quiero embarcarme con mis letras y navegar descubriendo sonetos, acechando metáforas, cazando poesías que me impulsen hacia espacios de luz y conciencia narrativa

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EN EL VESTIDOR (Cuento erótico)



La miré con un disimulo tan malo que ella se hizo la desentendida ante el asombro que me causó su comentario al amor libre. Rápidamente pensé en retrospectiva, hacia la época en donde las drogas y el pregón de hacer el amor y no la guerra hacían sucumbir a los espíritus libres de jóvenes ataviados en ropajes multicolores y largas cabelleras.
Se levantó junto a su amiga, saliendo de la cafetería comenzó a caminar por la avenida, yo apuré mi último sorbo de café, pagué y comencé seguirlas. El contoneo de sus pronunciadas caderas cuadraba perfectamente con los latidos de mi corazón, no podía apartar de mi mente sus carnosos labios, sus ojos de fuego esmeralda y la redondez perfecta de sus pechos que se asomaban inescrupulosamente por su escote.

Fotografía tomada de Blog Mujer y Femineidad
Ahora que la veía en pie, su silueta se grababa en mi memoria con tinta indeleble haciendo la invocación a siniestras y oscuras intenciones a mi sexo que como cuchillos ardientes se clavaban en mi pubis provocando ese goteo primero de las sensaciones indecentes...
Ingresó a una tienda por departamentos, entré, una amable joven de fresca sonrisa me franqueó la entrada interrogando gentilmente sobre lo que buscaba, sin saber que decir y tomado por sorpresa señalé hacia donde se encontraba la mujer que había logrado con su encanto fascinar mis sentidos, se apartó y comencé a caminar hacia el quiosco de perfumería, mientras avanzaba intenté serenar mis emociones, calmar mis latidos y controlar la incesante ansiedad que me hacia sudar y caminar torpemente:
- Buen día - me escuché decir. - ¿Tienes algún aroma que pueda atraer las chicas hacia mí? - Sonreí por mi ocurrencia.
Me miró de pies a cabeza con una sonrisa danzando en sus labios. Sabía quién era yo y al sentirme descubierto me sentí cohibido.
Tomó un frasco de la estantería y roció un poco en el aire mientras me atrajo hacia ella halándome del brazo sin darme tiempo a reaccionar. Puso su rostro tan cerca del mío aspirando en mi cuello la esencia esparcida, tomando mi miembro entre sus manos, una, dos, tres pulsaciones de mi inquietud dormida... me susurró despacio al oído:
- ¿Atraídas así?

 Al tener su rostro tan cerca del mío y sentir el aroma dulce de su piel, mi cuerpo se estremeció por completo, por un instante perdí la voluntad pero en un arranque de locura tomé su rostro entre mis manos y le estampé un beso tierno, prolongado, sin presionar demasiado sus labios, apenas abriendo mi boca para evitar que mi lengua empujada por la pasión descontrolada buscara la intimidad de la suya. Ella mordió débilmente mi labio inferior correspondiendo a mi arrebato.
Instintivamente miré a mi alrededor para corroborar que nadie nos viera, ella, hizo lo mismo pero buscando un lugar más privado, ambos convergimos en el mismo punto en determinado momento, los vestidores de la tienda.
Aquella que profesaba practicar el amor libre me tomó de la mano y me arrastró hacia los pequeños habitáculos.
Yo la seguía lleno de emociones y desprovisto nuevamente de toda voluntad y de la capacidad de razonar, ella ejercía un influjo casi sobrenatural en mi pues desde que la vi, hipnotizó cada célula de mi cuerpo con su rítmico andar, no conocía siquiera su nombre...

Al correrse el pestillo se relajaron las emociones desbocándose en un torbellino de lujuria contenida hasta ese momento en el cuerpo de mi exuberante fascinación traducida en mujer. Pero… ya en la intimidad se renovaron mis votos de macho y tomé el control del momento.
La así de sus muñecas empujándola levemente hacia la pared y literalmente me comí su boca a besos, ella pegó su cuerpo al mío dejándome sentir la exquisita firmeza de sus pechos cuyos pezones amenazaban con romper la barrera textil que los contenía.

Fue una invitación a mis sentidos, los tomé con la delicadeza de la lluvia que comienza con ligeras gotas, desabotonando su blusa y desnudos por encima de su sostén, mi lengua se deleitó escalando desde su base hasta su rosada corona, dibujando pequeños círculos en sus puntas llegando después a succionar tan delicioso manjar, mientras tanto, mis manos rozaban su centro de gravedad emocional bajo su falda derrotando la fuerza de sus piernas al sentir como se flexionaban por momentos.
Mis dedos traviesos hicieron a un lado su ropa interior e incursionando entre sus pliegues “lamían” con sus yemas su clítoris excitado ya por la caricia.
Liberada de sus manos, recorrió mi espalda, me tomó de los cabellos y empujaba con fuerza mi cabeza entre sus pechos mientras escapaban de sus labios pequeños gritos…
Fue empujando con fuerza mi cabeza hacia el sur, en el recorrido besé la piel hasta su vientre, encontrándome con su intimidad perfectamente rasurada. Mis labios tomaron los suyos, chupando con placer la suave piel de su sexo, mi lengua comenzó a recitar el alfabeto en su clítoris conjugando gozo y pasión en una sola palabra, mis brazos abrazaban sus caderas, posando alegre sobre sus nalgas mis manos trémulas.
Me levanté rápidamente y desnudando mi miembro, erecto y húmedo por todas las sensaciones   que le remitía mi cerebro, fui introduciéndolo lentamente, gozando cada centímetro hacia su interior, ella reprimió un grito y se ahogó en un suspiro. Nuestras caderas comenzaron una danza suave, en un vaivén subido sobre una melodía que solo ella y yo podíamos escuchar, el ritmo fue haciéndose más rápido, sus piernas sobre mi cadera se mecían frenéticamente en cada embestida la cual ya no disimulábamos con ligeros empujes sino, que cabalgaba libre montada sobre nuestras ansias. Sus manos arañaban mi espalda, su boca besaba mi cuello, mis labios, mis orejas, mis manos asidas a sus caderas acentuaban más los movimientos atrayéndolas hacia mí y empujándolas contra el espejo del vestidor.
El grito de su orgasmo inundó el salón de la planta baja y lentamente fue recobrando el control de su respiración, pausada, relajada, al mismo tiempo, yo sentí explotar llenando su vientre con la savia de mis deseos cumplidos y la abracé durante un rato, ella quiso bajar y besar mi miembro vencido, con una sonrisa pícara bailando en sus labios.
Acomodándose la falda y abotonando su blusa salió del vestidor no sin antes besar su dedo índice y depositarlo en mis labios.
Nos hemos visto en varias ocasiones y seguimos sin conocer nuestros nombres, me gusta hacerle sentir en público que ella con su declaración de amor libre es dueña del momento aunque en la intimidad sabe que son mis ganas la que se apoderan de la situación sin coartar sus derechos pasionales. Quiero decirle que la amo pero esperaré a que se rompan un poco sus pensamientos feministas, total, ella liberal, yo, recatado ¿A quién hace daño eso?



Derechos Reservados
Jose Manuel Zapata
San Pedro Sula, Honduras

Enero 29, 2016

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